Escritura Visual

30 May, 2011

¿Entre moros o marroquíes?

Una breve introducción

Tal y como explica Antoni Segura en su libro Más allá del islam, <<entre la Conferencia de Madrid (1880) y la Conferencia de Algeciras (1906), Francia, Gran Bretaña, Alemania y España delimitaron sus intereses en Marruecos y definieron sus líneas de actuación>>. A esta repartición del territorio (propia de la mentalidad colonial de la época) se le llamó ‘penetración pacífica’. Para España, esta era la oportunidad de compensar la pérdida de Cuba y Filipinas (después de la guerra Hispano-Estadounidense en 1898 y mediante los acuerdos de París se acordó la independencia de Cuba -la cual llegó en 1902- y España cedió Filipinas, así como Puerto Rico y Guam).

La acción española no beligerante, no obstante, llegó a su fin el 9 de julio de 1909 con el ataque al ferrocarril minero de Melilla por parte de varias cabilas del Rif. Más adelante, los días 18 y 20 de julio, hubo nuevos ataques, y del 23 al 27 de ese mismo mes tuvo lugar el desastre del Barranco del Lobo.

Aunque la penetración pacífica había acabado, la ocupación española siguió tomando forma durante los años siguientes hasta que en 1933 se completó la presencia colonial española en el Magreb. En total, especifica Segura: <<poco más de 300.000 kilómetros cuadrados entre el Sáhara Occidental, la Zona Norte del Protectorado, la Zona Sur del Protectorado y la colonia de Ifni>>.

El 2 de marzo de 1955, a causa de las protestas de las poblaciones magrebíes y el estallido de la guerra de Argelia, se proclamó la independencia del Marruecos francés y el 7 de abril Franco se vio en la obligación de conceder también la independencia de la Zona Norte del Protectorado español.

El 10 de abril de 1958, España entregó la Zona Sur del Protectorado a Marruecos, pues el ejército se había mostrado incapaz de poner fin a la guerra de Ifni-Sáhara.

La experiencia de Juan

Juan (1933), natural de La Villa de Don Fadrique (Toledo), fue destinado a Tetuán -capital del Protectorado español en Marruecos- a hacer el servicio militar. Su experiencia empezó en 1954, cuando se subió al tren que tardó una semana en llevarle a él y a otros jóvenes hasta a Algeciras. No obstante, Juan no puede evitar empezar la entrevista por el principio: Bueno, desde aquí, desde el principio de la mili, no? Yo vine aquí [a Barcelona] a los trece años

Él es alegre y parece guardar un buen recuerdo de los 18 meses que pasó en África. Mientras nos conduce hasta el momento de llegar a Tetuán, nos va explicado a mí y a su nieta algunas anécdotas. Dice que en cuanto él y un amigo suyo del tren llegaron a Ceuta nos cambiaron de ropa y nos pelaron y cuando salimos los dos compañeros, le digo: oye, ¿y tú quién eres? No nos conocíamos y habíamos venido en tren juntos los dos.

Pasado esto, les metieron en un camión y les llevaron al cuartel de Tetuán para, poco tiempo después, enviarles a un campamento entre dicha ciudad y Melilla. Allí recibieron instrucción durante tres meses. En el cuartel mío había 5.000 moros y otros 5.000 españoles. Pero ellos, los moros estos, hacían como un jornal. Venían a trabajar, echaban sus ocho horas y se iban a su casa. Durante su estancia allí se dedicó a trabajar de albañil y en sus horas libres hacía remiendos a los moros.

Finalmente, llegó el momento de volver al cuartel de Tetuán. Juan pertenecía al tabor de regulares fuerzas indígenas número uno. Los moros que estaban casados se iban a su cábila. Entonces los solteros dormían conmigo y había una peste allí porque fumaban. Juan recuerda: yo tenía muchos amigos moros.

Los moros eran para trabajar y los españoles para destino y para hacer guardia porque no nos fiábamos de ellos. ¿Por qué no os fiábais de ellos? Porque los moros son muy traicioneros. Uno solo no se atreve con un español, pero se juntan dos o tres… Los moros, allí, por ejemplo, mataron a dos o tres españoles. Íbamos a lavar al río y entonces llegaban ellos, se juntaban cuatro o cinco y les pegaban un golpetazo y les mataban, a los soldados españoles. Entonces, un capitán que había allí mandó llevar cuatro soldados y un cabo para aguardarlos mientras que lavaban los otros. Solos no podíamos ir a lavar al río.

Juan se licenció coincidiendo con la independencia de Marruecos. Yo vine a Blanes y pensaba que me iban a llamar para volver al ejército otra vez pero no me llamaron.

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