Era domingo

Una noche como hoy (menos un día) decidimos empezar a conocernos.

No, ni tan siquiera decidimos eso: lo fuimos viendo.

Y llegamos al día de hoy, sin llegar a ninguna parte ni pretenderlo.

Aquí estamos porque así lo ha querido el espacio. Y hoy, el tiempo.

 

No conozco nuestros nombres, pues nunca los tuvimos.

Y ‘nosotros’ ha sido siempre la respuesta al tuyo y mío.

 

Una noche como hoy: aún era verano y yo más joven.

Tú, en cambio, parece que has rejuvenecido.

¿Lo demás? Recién nacido.

¿Por qué brindamos ahora?

Miradles. Ellos ahí, con ojos sólo el uno para el otro. Cenando a la luz del farolillo, ajenos a lo que les rodea. Tontean. Ella se insinúa entre risas y se hace la ofendida porque él mira su escote. Ríen y juntan una vez más sus copas de vino tinto en un brindis por esa noche.

Mírala. No para de mirarnos. ¿Te das cuenta?

¿Habéis visto esa pareja? Ya sé que nosotras cuatro nos los pasamos bien, pero…

No se cansa. ¿Está bueno tu plato? ¿Por qué brindamos ahora?

Aún no son conscientes de que están empezando una de esas noches que acaban por ser inolvidables. Qué envidia.

En fin, ¿subimos a la habitación?

…

Recuerdo la chica que nos miraba, quizás aún se acuerde de nosotros. Nos miraba con nostalgia y como buscando en nosotros lo que ahora sé que no existe (al menos no durante un largo período de tiempo).

Y es probable que nos recuerde como un ejemplo de lo que ella quiere, pero no sabe que tú y yo, desde entonces, ya no nos hablamos.