Recuerdo su sabor, su textura, lo frío que resultaba al cogerlo.
También recuerdo que era dulce, de color oscuro y se derretía con facilidad…
Si lo recorrías con la lengua notabas que era suave. Lo noté también cuando me atreví a tocarlo con los dedos.
Estaba buenísimo.
Pero apenas había empezado a comer mi helado de chocolate… ¡se me cayó al suelo! Una gran bola de chocolate estampada contra la arena del paseo. Y yo con un cucurucho absurdo en la mano.
Y como era lo único que tenía, lo comí. Hasta que se me acabó, me relamí los dedos y me lavé las manos. Fin.
…
Pero aún recuerdo todo eso. Recuerdo muchas cosas de un helado que me duró unos cinco minutos hasta que se me cayó (no sé si fue porque me empujaron o simplemente estaba mal colocada la bola…).
Supongo que me supo a poco. Quería más helado, a poder ser, acabármelo. Pero no pudo ser y me quedé con ganas de más. Y por todo ello, su recuerdo ahora es más intenso.
Quizás debería comprarme otro helado. Pero aún me apetece que sea de chocolate.
¿Cómo algo tan breve tarda tanto en olvidarse?