Todo alrededor cambia mientras, nosotros, permanecemos estáticos. Las casas se derrumban, los coches vuelan y los árboles se agitan de manera violenta. No hay gente. Sólo nosotros anclados en un eje relativamente estable.
Nos desenvolvemos entre movimientos rápidos y lentos, suaves y no tan suaves… Es algo incontrolable.
El aire que nos envuelve nos aproxima cada vez más: parecemos uno. Enganchados, atrapados, ajenos al mundo que se derrumba.
Y no lo sabemos aún pero… es inevitable.
Anclados entre sí, sin poder soltar amarras. Pasión, ternura, locura y algo más.
Hemos perdido la cabeza dentro de este torbellino, de este remolino desconocido para ambos.
El beso.